Si bien el presidente Gustavo Petro lleva meses hablando de su célebre “acuerdo nacional”, y de hecho, en julio pasado –durante la instalación del Congreso–, pareció dar señales de querer avanzar en el diálogo y la concertación, solo hasta ahora parece dar muestras tangibles de su interés de sentarse a debatir y lograr consensos. Así quedó en evidencia con su invitación a la oposición para tomarse un tinto en Palacio, un gesto tan simple como poderoso que deja en evidencia las dificultades que sigue enfrentando para sacar a flote sus controvertidas reformas en el Congreso.
Aunque en los últimos meses el propio Petro ha liderado encuentros y cónclaves con empresarios, bancadas de partidos políticos, centrales obreras o la Iglesia Católica, lo cierto es que no ha logrado atajar el cada vez más crispado ambiente político y social, que redunda también en su diezmada popularidad: el 64 % lo desaprueba, según la más reciente encuesta de Datexco.
Ante ello –ya sin elecciones de por medio y consciente de que el tiempo corre para sacar avante su ambiciosa agenda legislativa–, Petro convocó al expresidente Álvaro Uribe Vélez, jefe máximo del Centro Democrático, para tomarse un tinto y buscar acuerdos. No es una invitación cualquiera.