Carolina Corcho habla con el reposo y la paz de quien se deshace de una pesada carga. No lo dice, pero se le ve cómoda y serena en su rol contemplativo, pero no por ello indiferente. Siete meses han pasado desde que tuvo que renunciar al gobierno de Gustavo Petro en medio de una insostenible crisis política causada por una de las iniciativas más controvertidas del “gobierno del cambio”: la reforma a la salud.
Ya sin la batuta de una de sus progenitoras, el proyecto –que causó la ruptura de la coalición en el Congreso y hundió al presidente en las encuestas–, avanza y parece fortalecido tras superar su segundo debate en la Cámara de Representantes. Con todo, la división y la pelotera persisten, como también la incertidumbre y el miedo. En juego está un derecho tan fundamental como lucrativo: la salud.
“La discusión se personalizó contra mí, se degradó, se volvió personal» t
Siendo incondicional escudera de Petro, Corcho desmiente en este diálogo las alertas de quienes han dicho –desde la sociedad civil, la academia o los gremios–, que la reforma atenta contra pacientes y usuarios, y pone en jaque la sostenibilidad del sistema de salud. En esa línea, se queja de la “desinformación y mentira” que, dice, promueve la oposición. Niega que se vayan a eliminar las EPS y revindica que “lo que se recupera es un manejo público y transparente de los recursos públicos”.
Incluso –al reclamar que lo que hay hoy es un “sistema de salud turbio y opaco”–, no se guarda nada contra su excompañero de gabinete, Alejandro Gaviria, al punto de cuestionar su autoridad moral y asegurar que, en lugar de ayudar a construirlo, ‘obstruyó el cambio’. Hoy, a semanas de que el proyecto llegue al Senado, pide también “mayor altura política” en lugar de “saboteo y desinformación”.